25 años de solidaridad tendiendo manos
Por Astrid Barnet
La Habana.- El Aniversario 25 de la presencia en Cuba de una representación de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fue celebrado en la sede de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU) en esta capital, bajo el lema 25 años de solidaridad tendiendo manos.
Informes diversos referidos a la actividad de la ACNUR en nuestro país y su labor solidaria y humanista en terrenos como la salud y la educación; el caudal inapreciable de enseñanzas recibidas y aportadas entre cubanos y extranjeros de distintas partes del mundo; el apoyo de la Mayor de las Antillas hacia causas soberanas y latinoamericanistas –como fue el caso de Chile entre otros--, e independentistas –como el apoyo brindado por nuestro pueblo y Revolución a las luchas de Angola, Mozambique, la República Saharauí Democrática y Etiopía, entre otras muchas--, además (y en lo esencial) del riquísimo intercambio cultural existente durante casi más de dos décadas con el arribo a la Isla de un universo de estudiantes procedentes de los cuatro puntos cardinales --acogidos todos como hijos también de la Patria de Martí y de Fidel--, transcurrió la reunión entre recuerdos, anécdotas y vivencias personales, a cargo de Fernando Protti, representante regional de dicha institución para América Central, Cuba y México; María Neyra Robaina, fundadora de la Oficina ACNUR en esta capital; Alberto de Aragón, su representante actual y Manuel Agramonte, ex embajador y coordinador de la primera operación solidaria entre Cuba y otros pueblos, en especial, africanos.
El ACNUR, surgido en 1951 con mandato otorgado por la comunidad internacional, promueve y disemina los principios de la protección internacional para asistirlos, sobre todo en los países en vías de desarrollo, donde se encuentra la inmensa mayoría de ellos. Por decisión de la Desde 1974, y por mandato de la Asamblea General de la ONU, el ACNUR se ocupa también de los asuntos relativos a la apatridia o carencia de ciudadanía. En todo el mundo esta organización apoya a más de once millones de refugiados, a unos 3,5 millones de apátridas y a más de 20 millones de personas en otras situaciones de desplazamiento forzoso.
En el caso de Cuba, antes de 1989, y a pesar de no tener aún presencia en el país, a través de la oficina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los refugiados del cono sur americano que disfrutaban de asilo en la Isla recibían apoyo del ACNUR cuando decidían voluntariamente repatriarse. Existen registros de esa asistencia desde 1984; el apoyo a la repatriación voluntaria tuvo su etapa de mayor intensidad entre 1989 y 1993, continuó hasta finales de los años noventa y benefició a unos 1 636 refugiados (y sus familiares), de once nacionalidades, fundamentalmente chilenos.
Con la presencia de la ACNUR en Cuba, entre 1991 y 1994 y gracias a la colaboración del Gobierno y la Cruz Roja Cubana, más de cuatro mil haitianos hallaron en nuestro país protección y asistencia humanitaria. Al respecto el ACNUR apoyó la operación de campamentos en la región oriental de Punta de Maisí y financió además operaciones de repatriación voluntaria.
Desde su origen, las escuelas internacionalistas de la Isla de la Juventud acogieron a refugiados. Los primeros en arribar a dicho territorio para estudiar en 1978 fueron niños y jóvenes namibios sobrevivientes de la masacre del campamento de refugiados de Cassinga, en Angola. A solicitud del Gobierno cubano, desde 1994 el ACNUR comenzó a apoyar a unos 1,800 refugiados saharauies y sudaneses que tenían tal condición desde antes de arribar a Cuba para disfrutar de becas de estudios. Dicho apoyo ha consistido en asistencia material complementaria de las becas financiadas por Cuba, así como el financiamiento para el retorno voluntario a sus comunidades de origen de 1 532 saharauies una vez graduados. También incluyó el reasentamiento de más de 250 sudaneses, y el de un centenar de estudiantes de otras nacionalidades que se convirtieron en refugiados como resultado de hechos ocurridos en sus países de origen mientras estudiaban en Cuba, y que les impedían regresar en condiciones de seguridad una vez graduados.