El fin de la Segunda Guerra Mundial marcó la necesidad de integrar a todas las naciones del planeta. Las ansias de impedir que devastadores conflictos bélicos, económicos y sociales cobrasen alto precio en vidas humanas y pérdidas económicas encontraron en la Organización de las Naciones Unidas un instrumento formidable. Sin embargo, medio siglo después, la humanidad enfrenta el orden mundial más injusto jamás conocido, donde la extrema pobreza, la acelerada contaminación ambiental y la política internacional marcada por la unilateralidad de los más ricos, conforman un panorama global insostenible.