No olvidamos el espíritu inquebrantable de los miles de jóvenes y estudiantes que en el devenir de estos 47 años han cimentado las bases de la Unidad, enlazados en los sueños de un mundo distinto, de la América libre, soberana y con dignidad. La estirpe de aquellos hombres y mujeres la tenemos grabada con orgullo, porque ellos resistieron, inclusive con alegría, en los momentos más duros, cuando su sangre era derramada enfrentando dictaduras y los poderes más oprobiosos. Pero el movimiento estudiantil latinoamericano y caribeño ha sobrevivido para contar, vivir y andar.